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Víctor: “La organización toma una determinación de sacarnos del país. Y no encontraron mejor solución que sacarnos como una columna guerrillera cruzando la cordillera de los Andes.”
Víctor: “Y empezamos a caminar, a caminar, y cada vez se notaba que íbamos cada vez por algunos lugares muy altos. Y mucho más frío. Y de pronto, eso se cerró. Se cerró.”
Víctor: “ Y de pronto, pum, caímos. Nos despeñamos. Nos despeñamos. Rodamos, rodamos, rodamos, rodamos… No sé… Trescientos metros, por lo menos.”
Víctor: “Y lo simpático es que llega un momento en que el abuelo nos dice ‘lo siento, yo os tengo que dejar solos, porque mañana si yo no llego, se va la gente que los tiene que recuperar a ustedes’. ¿Y cómo lo hacemos? Sigan al burro.”
Víctor: “Pero bueno, finalmente el burro nos llevó… Nos llevó a buen recaudo.”
Patricio Aylwin: “Yo les prometo entregar todas mis energías, toda mi capacidad, a tratar de cumplir con los anhelos de reconstruir en nuestra patria una democracia verdadera en que haya no sólo libertad, sino también justicia y solidaridad.”
Víctor: “Pero en ese momento había que… Democracia, entre comillas, pero era democracia. La gente ha optado, hay un parlamento y… Y yo creo que para una organización político-miliar es muy duro asumir cuando uno empieza a sobrar.”
Almudena: “¿Y qué haces entonces, dejas la organización definitivamente?”
Víctor: “En julio del 92, Francia en ese momento estaba dando la posibilidad a gente que se había fugado. Y llegamos acá el 13 de agosto del 92.”
Almudena: “Y tu mamá y tus hermanas estaban, cuando tú te vienes, ellas estaban todavía buscando a tu padre. ¿Cómo es ese…?”
Víctor: “Sí, ellas nunca dejaron, nunca dejaron de buscarlo.”
Víctor: “Vamos a ser honestos, a partir de 2002, 2003 crean este grupo que se llama el Departamento Quinto, y que empiezan a investigar casos de Derechos Humanos.”
Víctor: “Y empiezan a presionar a algunos, y de repente hay uno que cede, después de tantos años, y dice ‘no no, yo no lo maté. Yo no maté al Chino Díaz.’ Entonces le preguntan quién fue. Y el tipo dice “no no, el que lo mató yo creo que fue Jorge Vargas”.
EL GUERRILLERO, UN PODCAST DE ALMUDENA ARIZA Y YES WE CAST.
EPISODIO 7: EL MOCITO
AVISO: ESTE EPISODIO CONTIENE DESCRIPCIONES EXPLÍCITAS DE MÉTODOS DE TORTURA
Almudena: “Bueno… A ver, acércate, a ver cómo se te escucha.»
Jorgelino: «Un dos tres, un dos tres probando.
Almudena: «Perfecto. Jorgelino Vergara.»
Jorgelino: «Ese soy yo. Cuénteme.”
Jorgelino Vergara es el Jorge Vargas del que habla Víctor. El hombre al que acusaron de matar a “El Chino” Díaz. He viajado hasta Chile para encontrarme con él. Y no ha sido fácil. Vive semiescondido en un recóndito lugar del país y que no puedo revelar por su propia seguridad.
Almudena: “Jorgelino, me ha sorprendido, podemos comentar lo que me has dicho, que tú tienes… Bueno, tú estás como testigo protegido del Gobierno, ¿no? Y por ejemplo incluso para hacer esta entrevista has tenido que avisarlos. Estamos en una casita en un pueblecito en medio casi de la nada… Pero has tenido que decir que estaríamos aquí, y nos estarían vigilando. ¿Y qué hay, como hombres armados, o…?»
Jorgelino: «No, PDI, siempre con sus armas de servicio y cosas así.»
Almudena; «¿Y cuántos habrá por aquí?»
Jorgelino: «Tres.»
Almudena: «Tres. ¿Los tienes localizados?»
Jorgelino: «Obvio.»
Almudena: «Bueno… ¿Cómo estás?»
Jorgelino: «Muy bien, gracias, ¿y tú cómo has estado?»
Almudena: «Bueno, yo… Contenta de estar aquí en este lugar en el que no deja de llover (risas)…”
Jorgelino era el pequeño de doce hermanos, criado en el campo, en el sur de Chile, en el seno de una familia muy humilde. Perdió a su madre con cuatro años, y a su padre con once. Vivió y sufrió la pobreza, los malos tratos y la falta de cariño. Son sus hermanos mayores los que se hacen cargo de él y uno de ellos le consigue un trabajo en Santiago de Chile, para servir en casa de un militar de alto rango.
Almudena: “¿Nos puedes explicar en qué consistía ese trabajo?»
Jorgelino: «Mozo es hacer todo, atender las visitas, ¿ya? Servirles las comidas, hacer aseo… Todo eso involucrado a lo que nosotros acá le llamamos ser mozo.»
Almudena: «¿Como criado, más o menos?»
Jorgelino: «Una cosa así, correcto. Bueno, la verdad es que cuando me fue a dejar mi hermano, siempre me dijo ‘ten mucho cuidado en todos los sentidos de cosas, porque esta es una familia… el señor es militar”. Pero yo nunca los vi de militar, siempre de civil. Me recibieron bien, salió la señora Regina, que era la empleada de la casa. Luego llegó la señora Maruja, y ya pues ahí me empezó a dar las instrucciones, primero que nada presentarme a su familia. Mi esposo, dijo, yo le digo el Mamo, el se llama Manuel, Manuel y yo le digo el Mamo.”
El Mamo. El Mamo Contreras. El general Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda.
Víctor ya nos habló de él al contar la desaparición de su padre.
Víctor: “A mi padre lo golpean mucho, pero como te digo no hay una prueba fehaciente, a pesar de que hay uno que llama al que era director general de la DINA, la Dirección de Inteligencia Nacional, Manuel Contreras…. Un tipo que se veía directamente, sólo le rendía cuentas a Pinochet. Y le llama por teléfono esa misma madrugada y le dice ‘jefecito, jefecito, detuvimos al Chino Díaz.”
La figura de Manuel Contreras es clave en la historia que vamos a contar ahora. Antes del golpe de Estado contra Salvador Allende, Contreras ya dirigía la conocida como Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes desde Diciembre de 1972. Lo que sería algo así como un laboratorio de torturas.
Javier Rebolledo: “Mira, el regimiento Tejas Verdes es un regimiento que está relativamente cerca de Santiago, entonces tiene una posición estratégica privilegiada.”
Javier Rebolledo es periodista e investigador, especializado en las violaciones de Derechos Humanos durante la dictadura de Pinochet.
Javier Rebolledo: “Cuando llegó el golpe, a todo el mundo le impactó que prácticamente ya estaban identificadas las personas que debían caer. Y comenzaron a caer incluso antes del golpe militar. Es decir, en Tejas Verdes, antes del 11 de septiembre, el 10 de septiembre, comenzaron a caer detenidas las primeras personas. Los torturan en el subterráneo del casino de oficiales, y quienes los torturan son oficiales, suboficiales y jóvenes militares que están aprendiendo por primera vez en su vida el arte de la tortura. Según los propios testimonios de los detenidos de Tejas Verdes, que son los primeros testimonios que yo leí de gente víctima de tortura, sobrevivientes, tenían la impresión de que ellos eran conejillos de Indias. Porque los torturaban primero de una manera brutal, se daban cuenta cómo se morían compañeros, mujeres, hombres. Y por otro lado, las torturas muchas veces no tenían que ver con preguntas. Además de ser cuestiones tremendamente rebuscadas, digamos. Que no sé, que les pudieran echar sal en los ojos, cortarles pedazos de dedos, sacarles la piel de la planta de los pies, meterle por ejemplo corriente por la vagina a las mujeres, en el caso de los hombres violaciones carnales, a hombres y mujeres, todo tipo de cuestiones que se estaban ahí como experimentando. Y esa es la sensación, además de la humillación y dolor, esa es la sensación de los detenidos de Tejas Verdes…”
Es decir, Tejas Verdes fue como el germen de la DINA. Os recuerdo: La policía secreta de la dictadura, algo así como la Gestapo de Pinochet. Su jefe, durante años, fue el Mamo Contreras, quien ideó todo un sistema de torturas y exterminio para eliminar a quienes llamaba “radicales marxistas”. Los enviaba al cuartel Simón Bolívar, situado en un barrio residencial de Santiago de Chile. Ahí me he citado con el periodista Javier Rebolledo para que me cuente más sobre lo que ocurrió en ese lugar.
Almudena: “Bueno, Javier, pues cuéntanos dónde estamos ahora.”
Javier Rebolledo: «Estamos en el Simón Bolívar 8800, en la Comuna de la Reina, que es donde funcionó hace bastantes años el cuartel de la DINA Simón Bolívar. O le llamaban cuartel Simón Bolívar o el cuartel de la Brigada Lautaro, también.”
Almudena: «Se dijo que era como el Auschwitz de Pinochet, o algo así se le ha llamado.»
Javier Rebolledo: «Claro, porque es el único… El cuartel Simón Bolívar es el único lugar al cual la Justicia ha podido llegar digamos de manera concreta, para determinar que fue un centro de torturas si también, pero sobre todo exterminio. Es decir, que la norma indicaba que el que entraba a este cuartel no salía vivo.”
Hemos dejado a Jorgelino trabajando en la casa del Mamo Contreras, el amigo y mano derecha de Pinochet. Jorgelino no sabe nada de esto, pero sí ve que por la casa no dejan de pasar militares de alta graduación. Comen, beben, fuman, hablan de política… Jorgelino los sirve embelesado. Admira a esos hombres con poder. Los mismos que acaban por ofrecerle un nuevo puesto de trabajo.
Almudena: “Y ahí es donde empieza tu nueva etapa.»
Jorgelino: «Mi nueva etapa, sí.»
Almudena: «Tienes diecisiete años, ¿no? Y empiezas de mocito en…»
Jorgelino: «En el cuartel Lautaro, exacto.»
Almudena: «Y empieza, ¿y qué pasa, qué empieza a pasar ahí?»
Jorgelino: «Bueno, de ahí yo ya tenía acceso de todo… Dentro de mis labores como mozo, en la misma condición, a mí me tocaba ir a darle la comida a los detenidos.”
A los detenidos del cuartel Simon Bolívar, del que nos hablaba el periodista Javier Rebolledo. El centro de exterminio creado por Pinochet.
Almudena: “¿Y cuándo empiezas a ver que en ese cuartel pasaban cosas?»
Jorgelino: «Bueno, de día y de noche torturaban igual. Nadie se preocupaba de que yo escuchara o viera nada. Pero para mí era terrible, porque yo nunca había visto una cosa así. Porque de repente estaban parrillando a un detenido, poniéndole la corriente con las famosas “yiyí” que le llamaban. Apaleándolos, amarrados a una silla o a un catre. Normalmente cuando les aplicaban corrientes lo hacían en una litera a fierro pelado, decían, sin colchoneta, sin nada. Entonces los amarraban de pies y manos, desnudos, y los empezaban a aplicar corrientes y ahí las preguntas.»
Almudena: «¿Y eso es la yiyí?»
Jorgelino: «La yiyí, ese era la yiyí. Ese método era de estos teléfonos antiguos que se giraban, ¿no cierto?, para comunicarse, y a ese motorcito se producía electricidad. Entonces le amarraban dos cables, uno a cada extremo, y en cada extremo de cada cable una llave. Una llave de estas común y corriente, de puerta. Y ahí ponte tú, a estos detenidos les aplicaban corrientes, por ponerte un ejemplo que era lo más terrible, una debajo de la lengua y otra ponte tú en el pene, entre medias del prepucio. ¿Te fijas? A las mujeres ponte tú en los senos, en la vagina, debajo de la lengua… Entonces era una cosa terrible.”
Almudena: “He leído que habías contado que había como una rutina cada día, ¿no? Que era comida, tortura; desayuno, tortura; almuerzo, tortura… ¿Cómo era la agenda de cada día, las actividades?»
Jorgelino: «Claro, ponte tú… Si empiezaban, no sé, pues llegaban detenidos. Porque a la vez iban despachando, iban muriendo, salían a tirar. E iban llegando otros, entonces a estos que llegaban empezaban a torturarlos, y ya, pues no sé, a la hora de las 12 les dan su comida y cerraban el calabozo, y ya una hora después los volvían a torturar, hasta que… Y había una enfermera, la teniente Calderón, que era la encargada de supervisar si estaban en condiciones para los siguieran torturando o no.”
Almudena: «No somos muy dados a pensar que pueda haber mujeres también participando en torturas. No sé por qué, tenemos la idea cuando pensamos en un torturador, pensamos en hombres, ¿no? Pero mujeres ha habido, y ha habido varias, que han pasado por el cuartel Simón Bolívar, ¿no?”
Javier Rebolledo: «Jorgelino me decía que las mujeres eran, digamos que eran terriblemente duras en la tortura. Y que si bien no eran las que estaban poniendo la electricidad, porque los expertos eran otros, ellas andaban con luma, y eran las encargadas de escuchar de cerca qué es lo que decían los detenidos, anotarlo y después pasarlo máquina. Y dentro de esas escuchas que hacían, usaban lumas, palos, y los golpeaban también para que completaran las respuestas.”
Almudena: «Dices que, creo que en alguna parte de tu libro, como que se peleaban para ver quién podía estar en… De las mujeres, ¿no?”
Javier Rebolledo: «Quién era más malo, la más mala, claro. Están invertidos los roles. Como existía este proceso de deshumanización del adversario, no… Es decir, si tú eres comunista, yo te veo y no eres ser humano, porque no crees en Dios, no crees en el individuo, en el esfuerzo, tú debes ser un animal… Me libero de la responsabilidad de sentir empatía contigo como ser humano. Entonces ahí la libertad para la maldad o la crueldad es infinita.”
Jorgelino: “A mí me daba la impresión de que siempre andaban jalando coca.»
Almudena: «¿Y estaban borrachos también o…?»
Jorgelino: «No, no, no.»
Almudena: «Sólo coca.»
Jorgelino: «Yo creo que era pura cocaína. Mataban prisioneros. Pero los sacaban del calabozo. Y la verdad es que era muy salvaje, porque los apuñalaban, ponte tú, con corvo… Y los mataban.»
Almudena: «O sea, ni siquiera había interrogatorio, directamente los cogían así…»
Jorgelino: «Es que esos ya habían sido interrogados, ellos sabían que ya no los podían estrujar más. ¿Te fijas? Entonces los mataban. A veces con las vísceras afuera… Era terrible.”
El cuartel Simon Bolivar no era sólo el lugar en el que se aplicaban las peores torturas, según cuenta Jorgelino. Era un centro de investigación y desarrollo de nuevas técnicas. Él nos habla, por ejemplo, de Osvaldo Pincetti, el conocido como Doctor Tormento.
Jorgelino: «Había una oficina hecha así en pura madera, un material rápido, una salita así donde él tenía una camilla, tenía una vitrina con medicamentos… Y de ahí yo noté que él tenía una persona tendida en la camilla, vestida, uno de los detenidos del cuartel. Amarrado de pies y manos. Con correas, con hebillas. Y me doy cuenta de que a este detenido le brotaba espuma por la boca. Y vi que en el piso, y había sangre, en el piso. Y el detenido tenía en su mano izquierda una mariposa, y una manguerita con sangre. Entonces después lo que yo escuchaba, el comentario de pasillo, era que él le hacía creer que si no decía lo que estaba preguntando, lo iba a desangrarlo completo.”
Jorgelino también menciona a Michael Townley, un estadounidense agente de la DINA, y quien experimentaba con pistolas de descarga eléctrica y gas sarín. Frente a él, en esta escena, dos detenidos acusados de homosexualidad.
Jorgelino: “Y Michael Townley se acerca con un tubito spray, se puso una mascarilla, y todos en silencio y todos observando. Obviamente estaba el Mamo Contreras. Se acerca Michael Townley, él exhala, el detenido, parado ahí, estaba en silencio. Y cuando inhala, psss, un pinchazo así, pero chiquitito. Pero así en menos de cinco segundos, o sea cayó de inmediato el detenido. Pegó dos pataleos, en menos de cinco segundos estaba muerto. Y el que estaba al lado escuchó eso y se puso nervioso. Le hablaron, le tranquilizaron. Acto seguido, esperan a que se tranquilice, cuando inhala, la misma operación. Y cae al lado del otro. Muerto, pero así, instantáneamente.»
Almudena: «Y, eh, cuando… Qué hacías tú después cuando te enterabas de eso.”
Jorgelino: «Es que yo también, es que yo vi eso.»
Almudena: «Ah, tú estabas allí también.»
Jorgelino: «Sí, yo vi eso.”
Y alguien que también estaba allí y que será, más adelante, clave en el relato: El Elefante.
Jorgelino: «El Elefante. Ese Era Juvenal Piña. Ese era uno de la Agrupación Delfín, porque dentro del cuartel Lautaro la Agrupación Delfín venía de Villa Grimaldi. Y ellos se trajeron a Víctor Díaz López, porque era detenido, prisionero de ellos. Y que los trajeron y se incorporó a uno de los calabozos que habían en el cuartel Lautaro. El tema es que el Elefante se destacaba porque era muy sádico. El Elefante, el Chancho Daza… Y el Elefante le bautizaron así porque tenía una memoria muy efectiva.”
Todas estas torturas transcurrían en el cuartel Simón Bolívar donde quien entraba vivo solo podía salir muerto. Un lugar secreto, pero en absoluto discreto.
Almudena: “¿Cómo es posible que nadie en la zona supiera nada de lo que ocurría ahí?»
Javier Rebolledo: «Es que yo no lo tengo tan claro, bueno, no es que no supieran nada. La gente siempre se da cuenta de la… de las cosas, digamos. Siempre hay gente que pasa, como tú puedes ver ahora, hay autos… Gente que sale, y acá estaban constantemente entrando y saliendo autos, la única propiedad con un portón de fierro gigante, con cámaras, que en ese tiempo no era como ahora. Estamos hablando del año 76-77. Ahora, dentro del libro también se relata, de boca de Jorgelino, que en una ocasión cuando estaban torturando a una persona, un vecino pidió por favor que dejaran de hacerle lo que le estaban haciendo porque se escuchaban unos gritos horribles. Y también a partir de ese momento que se pone música fuerte. Si es que la gente sabía, evidentemente la gente sabía que algo malo estaba pasando acá. Pero si la gente se preguntaba más, o digamos o profundizaba más respecto de eso, o si profundizó después incluso, a partir del año 90 yo te diría que no. Porque todos los chilenos lo supimos a partir del año 2007, con el primer testimonio de Jorgelino Vergara.”
2007. El momento en que Jorgelino se defiende de las acusaciones de ser el asesino de Víctor Manuel Díaz López. Y cuando decide contar todo lo que ha visto, todo lo ocurrido en el cuartel Simón Bolívar. Incluido lo qué pasó con El Chino Díaz.
Almudena: “¿Tú recuerdas el momento en que recibís esa noticia?»
Vicky: «Em… Propiamente es cuando, cuando en Enero de 2007 se… Empezamos a saber que había habido, que se sabía ya qué había pasado con nuestro padre. Ese hecho que se empezaba a saber todavía no sabíamos en qué consistía.”
Jorgelino: “Para la Navidad del 76 ya algo pasó que alguien, no sé si un guardia nos llamó de la casa del Mamo, y llamó porque la Brigada Lautaro era la seguridad directa de él, del Mamo Contreras, y a la vez, algunos, del General Pinochet. Y yo quedé solo en el cuartel. De repente sonó una bocina, yo salí con el fusil AK47 colgado en mi hombro, me asomo por la mirilla del portón, que está más o menos como unos… treinta, cuarenta metros. Abro la mirilla, y era el vehículo que venía del cuartel general, porque para estas fechas siempre llevaban pavo asado al grupo de guardia. Llevaban vino, pisco, pan de Pascua… Para que cenaran todos los que estaban de guardia. Llegan las doce de la noche, y yo viendo televisión, y no pasaba nada, no llegaba ninguno de los tres que habían salido. Y no sé por qué diablos se me viene a la mente, yo pensaba hacia mí que yo, siendo Navidad, y estoy sin padre ni madre. Y me acuerdo del Chinito Díaz. Agarro el manojo de llaves, y me voy al calabozo, a los calabozos. Abro la puerta, y lo hago salir. Y lo llevo al casino. Y en el casino lo hice sentarse, y él me miraba con mucha extrañeza. Lo hice sentarse, le puse servicio, le corté un trozo de pavo, le corté papas mayo, le serví bebida. Y yo me serví para mí, pero sin hablar. Y en una de esas, él me dice, el Chinito me dice ‘qué hace un joven como Usted en lugar así como este’. Y yo no le di importancia, y yo encogí los hombros y le dije ‘bueno, cosas de la vida nada más’. Y yo no me despegaba del fusil colgado, y al lado había una salamandra. Y el Chinito me dice ‘yo estoy viejo, estoy cojo, no creas que yo voy a arrancármelo’. Por qué no se saca esa cosa, me dijo, para que coma tranquilo. Buena idea. Me lo saqué, lo dejé apoyado en la salamandra, y cenamos.”
Almudena: “Y al Chino qué le hacían, ¿se ensañaban especialmente con él? Porque era, claro, fue un alto dirigente…»
Jorgelino: «Sí, el Chino por ejemplo siempre fue… No tan golpeado, sino más corrientes, aparrillado.»
Almudena: «Y también los colgaban de…»
Jorgelino: «Sí, colgamientos, habían montones de métodos de tortura. Colgamientos, submarino seco, submarino mojado… Subnmarino mojado era por ejemplo… Llenaban una tina con agua y los tenían en esta, y cuando ya no salían burbujitas los sacaban.»
Almudena: «¿Y el seco?»
Jorgelino: «Cuando les ponían una bolsa en la cabeza para quitarle el oxígeno.”
Víctor: “Porque a mi padre lo van manteniendo con vida. Lo mantenían como una forma de… de canje. Porque justo el año 76, en diciembre, Pinochet por un acto de publicidad, canjea al que era Secretario General cuando lo detuvieron, Luis Corbalán, lo canjean por un soviético, Bukowski. (Y hacen un canje de prisioneros en Suiza, en Zurich, todo como de película. Y él esperaba que Bukowski saliera dando las gracias a mi adorado Augusto Pinochet, que me ha sacado de los gulags. Y Bukowski dijo que se vaya a tomar por culo Pinochet. Ni siquiera lo agradeció. Entonces, eso es Diciembre del 76. Él intenta después otro, como en Enero del… Con otro que era un senador Jorge Montes, que también… Bueno, él ya lo tienen en la cárcel. Finalmente no se produce producto de que el otro no agradece nada, y en ese momento mi padre, que era un gran trofeo, como que podían canjearlo por algo, ya dejó de servirles. Y coincide porque fecha de su asesinato…»
Almudena: «¿Por qué dices que dejó de servirles?»
Víctor: «Dejó de servirles porque esto coincide que es Enero del 77 y todos los que han declarado no tienen… Sólo saben que fue después de Navidad, la primera semana de Enero, otros dicen que la primera semana de Febrero, que lo asesinan. Que llega la orden de… Un llamado por teléfono… Alguien, un jefe que llama al otro y dice oye… Hay que dar de baja al Chino Díaz… Y proceden.»
Jorgelino: “En lo único que yo, a mí, me dijeron, cuando murió Chinito, Víctor Díaz, yo estaba… Había dos infantes de marina en el calabozo. Y… eh… Elminándole. Yo no tenía idea. Mandan al Elefante. Y el Elefante le dio muerte final con una bolsa, el submarino seco, una bolsa plástica en la cabeza. Le quitó el oxígeno. Y posteriormente llega la… Gladys Calderón, la enfermera, seguro le inyectó pentotal, y de ahí vuelve, para eliminar, empaquetarlo, el Chancho Daza con Escalona. Y de ahí me llaman y se me pone al hombro. Y me lo echan al hombro, empaquetado. Fue terrible, porque, avancé yo más o menos como treinta metros. Pero fue una eternidad, porque yo aún sentía el calorcito de ese cuerpo ahí en mi hombro, yo sabía que era el Chinito Díaz. De ahí me hacen tirarlo al portamaletas del auto, y yo ahí me voy al pabellón de solteros, y me encerré en el baño, y obvio me puse a llorar. Porque habían matado al Chinito Díaz, que se parecía a mi padre. Que yo siempre le daba agüita, sobras, y había cenado en la Navidad con él y todo.”
Vicky: “Eso es la verdad. ¿Qué había pasado con él? Con la investigación que hace el juez Montiglio, él investiga y gracias a su investigación es que en Enero de 2007 nosotras empezamos a ser citadas. Y vamos durante un año completo a los tribunales de justicia. Un año completo. Y un año completo nosotros escuchábamos, por lo tanto, a la… cómo se dice, a la que hace el relato, a la relatora o al relator… Un año entero, por tanto, escuchando cómo lo habían asesinado. Un año entero. Pero en ese proceso, el ir conociendo la verdad, es que lo yo te digo, no fue llegar y sentarse y que te lo cuenten, o que tú lo puedes leer. Yo pedí ayuda. Yo no era capaz de escuchar ese relato. No era capaz. No. Porque… Es imposible. Es tu padre.”
El Guerrillero, un podcast de Almudena Ariza y Yes We Cast.
Investigación y locución: Almudena Ariza.
Guión: Francisco Izuzquiza.
Diseño sonoro: Alberto Espinosa.
Verificación de datos: Rodolfo Ibarra.
Sintonía del podcast: David Burgos y Luciano Branca.
Identidad gráfica: Rubén Galgo.
Locuciones: Carlos Serrano.